Tengo una relación de amor y odio con la Revolución Bolivariana... el concepto y la filosofía que enuncia capta mi simpatía, aunque hay algunos huecos y lagunas que no terminan de llenarse, y la puesta en práctica de la misma está en manos de personas muy ajenas a la ética y la moral y realmente desentonan dentro de la filosofía... esa es mi impresión.
Por un lado, existen logros que cualquier puede apreciar... la recuperación del Boulevard de Sabana Grande y el de Catia, creación de espacios públicos para la recreación, recuperación de la fachada del casco histórico de Caracas, salas de cine y teatros recuperadas, ferias de libros anuales, de cine, de teatro. Habilitación de área para estacionar en Los Próceres, eventos musicales gratuitos cada fin de semana en ese mismo lugar. Visibilización de los indígenas venezolanos, que para mi prácticamente no existían... y sólo esas son algunas de las cosas que para mi son visibles.
Sin embargo, por otro lado, la insidiosa situación de colas constantes para poder conseguir los productos de la cesta básica y la no básica... tener que estar pendiente dónde están vendiendo detergente en polvo para lavar la ropa, leche, harina de maíz, desodorante, entre muchos otros, y tener que comprar la marca que haya, porque no hay suficiente oferta y variedad. Otear las bolsas que llevan las personas en la calle a ver qué encontraron y dónde, para ver si disponemos del tiempo y la paciencia y/o imperiosa necesidad de invertir al menos una hora en obtener el producto que se nos hace esquivo.
Aparentemente las clases marginadas del pasado, han visto una mejoría apreciable de su situación de vida, y eso está bien, claro que si... sin embargo, la clase que había logrado posicionarse con esfuerzo y/o estudio dentro de una posición social menos al margen, con un pié o ambos en la denominada clase media, hemos perdido terreno y comodidades que disfrutábamos en el pasado. Y no se trata de un tema de que la anterior clase marginal se ha acercado a nosotros, sino que el Gobierno, mientras eleva las condiciones de vida de unos, disminuye o limita la de los otros.
¿Y quién tiene la culpa?
He pensado en esto un buen rato... pero al final de cuentas se llega a la conclusión que la mayoría se despepita decir sin mayor análisis: el Gobierno.
El Gobierno, en teoría, ha tratado de crear condiciones que favorezcan y mantengan el "poder adquisitivo" del venezolano... ¿y cómo lo ha hecho? Pues como en el pasado y en otro Gobiernos, con subsidio, leyes de protecciones, regulaciones, controles, llamados de conciencia, y otros tantos más... sin embargo, esto ha creado una distorsión económica tan marcada y tan atractiva, que el más pendejo de los mortales prácticamente no puede evitar mirar con lascivo interés.
Un diferencial cambiario (ahora SICAD 1) que, si lo usas apropiadamente, realmente genera un ahorro en el gasto personal con la anuencia y subsidio del Gobierno, pero que la mayoría se ha deslumbrado y lanzado tras la búsqueda del lucro fácil, con la consecuencia de propiciar y profundizar con rapidez la situación en la que nos encontramos.
Cuando una gran cantidad de personas "roba" a la Nación, convirtiendo en lucro las ventajas que se le ofrecen, tanto el ciudadano común como funcionarios corruptos, nos precipitan a todos a un desastre difícil de eludir, como no sea abandonar el barco, puesto que achicar parece un trabajo solitario y poco recompensado.
Desde hace un tiempo vengo pensado, que las "mejoras" propuestas por La Revolución Bolivariana están destinadas para otro tipo de personas o pueblo, más evolucionadas y con una conciencia más amplia, más unida, más sensible y más de otras cosas que los venezolanos evidentemente carecemos, o por lo menos, una buena mayoría.
El trabajo de la Revolución, ya no debe concentrarse más en las condiciones, sino en las conciencias... Existe el enunciado del "hombre y la mujer nueva", pero no está bien definido y por ende, no puede ser vendido con propiedad. El trabajo parece imposible, y tal vez lo sea, quién sabe.
Aciertos y desaciertos de la Revolución Bolivariana
domingo, 12 de octubre de 2014
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