Bueno, pues resulta que me tocó padecer los efectos de la enfermedad, en un país como Venezuela, donde todo es un caos y mucha información oficial es abiertamente falsa o incompleta.
Fue tan repentino como impresionante. Mi esposa empezó primero, se aisló de inmediato en el cuarto, un lunes 27 de julio del 2020, yo me encargué de atender a los niños y de cuidarla ese día. Sintió una debilidad intensa no habitual.
Siempre hemos estado tomando medidas para prevenir algún contagio, especialmente porque ella trabaja en el área médica y su exposición es inherente a cualquier persona que requiera atención, aunque su especialidad sea la neonatología.
Al día siguiente, me tocó a mi. Fuerte ardor en la garganta, dolor de cabeza, malestar general, fiebre aunque no extremadamente alta... ese otro día, mi esposa se sintió mejor y se ocupó ella de todo.
Al día siguiente yo seguía con malestar, pero decidí tomar Ibuprofeno cada 8 horas para alejar el malestar.
Para hacer el cuento corto, ella y yo experimentamos síntomas ligeramente diferentes, pero estamos convencidos que nos dió COVID-19. Yo perdí buena parte del sentido del olfato unos días después, ella experimentaba debilidad, luego me tocaba a mi.
Fuimos al hospital para ver si nos revisaban, pero incluso en mi opinión eso representaba un enorme riesgo de aumentar por lado nuestra exposición al virus, y por otro, nosotros convertirnos también en vectores de contagio.
Lo que queríamos al principio era validar que realmente teníamos la enfermedad, pero también con el temor de que al confirmarlo nos quisieran retener a la fuerza para meternos quien sabe a dónde y con quién, en lugar de estar al resguardo en nuestra casa.
Esa visita al hospital es desgastante, aun y que mi esposa trabaja en ese lugar. Hay muchas carencias y faltas de atención, pero no por las personas realmente, sino por lo poco de ellas, del espacio, de recursos.
En todo caso, lo que se pudo aprovechar fue hacernos unas placas de Rayos X para validar el estado de nuestros pulmones, ahí fue donde se veía que las cosas podían ponerse mal si no tomamos las precauciones apropiadas... no en los resultados de mi esposa, sino en el mío, puesto que tenía una leve neumonía.
15 días de malestares, inyecciones, medicinas, jugos naturales de zanahoria, te de jengibre, vitamina D, vitamina C, aspiraciones de eucalipto... casi de todo.
Mucho temor, y mucha fe. Muchos amigos apoyando en la distancia, con consejos y sugerencias, con sus oraciones y muestras de cariño.
Al final, debo admitir que esta enfermedad se convirtió en una tremenda bendición para mi vida, porque finalmente tomé la decisión de acercarme a Dios. Siempre lo he tenido en mi vida, pero no realmente como la Biblia lo indica. Ahora me toca aprender cosas nuevas para ser incorporadas en mi vida, que desde hace mucho no hago.